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Derechos de las Niñas, Niños y Adolescentes en los procesos electorales.

Superando el adultocentrismo para una ciudadanía progresiva[1]

[1] Agradezco de manera especial la mirada, conversaciones, insumos y conocimiento de Diana Mora López para la construcción de este texto y quien actualmente se encuentra desarrollando su tesis de maestría sobre la participación política de los NNA en el ITAM. 

Bárbara Torres Méndez[1]

 

Nuestro mundo está construido a partir de la creencia del hombre adulto como el modelo de persona acabada. La adoración por la vida adulta como sinónimo de plenitud ha hecho que la narrativa de otras etapas de nuestra vida sean consideradas como preparatorias si estamos en la niñez, adolescencia y juventud o, como residuales si tenemos la fortuna de disfrutar de la vejez.

La visión adultocéntrica se corresponde y va de la mano con la mirada patriarcal del mundo.[2] Es decir, aquella que exalta al hombre blanco, rico, propietario, heterosexual y por supuesto maduro que se arraigó en el imaginario colectivo como símbolo de poder y de plenitud por excelencia desde el cual subordina a todas y todos los demás. En este sentido, la vida adulta como modelo de persona completa y con facultades plenas, instaló un sistema de desigualdad y de opresión[3] desde el que solo quien alcanza dicha posición tiene el derecho de diseñar y tomar decisiones que impacten en el mundo.

Así, una gran mayoría vivimos con las reglas de una sociedad que se decidió mientras éramos niñas y niños (y de las que no participamos) haciéndonos creer además que la vida adulta es nuestra única oportunidad para cambiarla.  

 La lógica de asimetría entre personas adultas y NNA, la expone Klaudio Duarte, catedrático de la universidad de Chile, con estas palabras[4]:

“Como seres humanos significamos la crianza desde una lógica de asimetría: “Como yo te alimento, como yo te protejo, como yo te cuido, tú dependes de mí, tú me debes a mí, y por lo tanto, haz de hacer lo que yo te diga...” Con ello vamos generando una relación de dependencia y subordinación que manifiesta que en las relaciones humanas no criamos para la autonomía.

 En conclusión, podemos decir que el adultocentrismo define a las NNA por lo que les falta, sea un número, cierto lenguaje, comportamiento, madurez; y no así por lo que pueden aportar: opiniones, nuevas perspectivas, propuestas, imaginación, alegría. Con esto, el adultocentrismo coloca a las niñas y niños, como personas “menores” “dependientes” “insuficientes” y  “necesitadas” y, en el caso de la adolescencia además, como “conflictivas” y “rebeldes”; lugares desde el que les despoja de su potencial, capacidades e influencia.[5]

 De acuerdo con datos del INEGI de la última encuesta intercensal 2015, en México una de cada tres personas son menores de 18 años[6]. Es decir, la tercera parte de nuestra sociedad está conformada por personas a las que el adultocentrismo les habla con frases como: [7] “cuando seas grande podrás saber/opinar sobre ese tema”; “eres muy chico para entenderlo”; haz lo que te digo, porque yo lo digo y punto”; “cuando seas grande, podrás hacer lo que quieras. Ahora mando yo”, etc.

 Si pensamos detenidamente en esto, los datos que nos dicen que en nuestro país el 51% de las NNA vivan en situación de pobreza, el 33% padezcan obesidad y sobrepeso, el 18% no alcancen un adecuado nivel de desarrollo y el 63% de entre haya sufrido algún tipo de violencia[8], son todas realidades creadas por decisiones tomadas por las y los adultos que les antecedieron. Si a esto le añadimos, que México se coloca en el primer lugar en producción de pornografía infantil[9] y en segundo lugar en explotación laboral infantil[10], el panorama se devela como un lugar terrible para las NNA.

 Por ello, es importante reconocer que las decisiones que se toman durante los procesos electorales, así como las y los líderes que llegan a los espacios de poder, les afectan directamente a las NNA. Ni la niñez ni las personas adolescentes están fuera del espectro del impacto que resulta de los procesos democráticos y por tanto no deberían quedar fuera del espectro de cómo se desarrollan las elecciones.

 Para superar la visión adultocéntrica, organismos internacionales y autoridades estatales han desarrollado un conjunto de categorías, herramientas y principios que pretenden por un lado, identificar las condiciones estructurales de discriminación a las que están sometidas las NNA y, por otro, una perspectiva que pretende superarlas, sea a través de poner en el centro sus propias necesidades o, de reconocer la obligación  de establecer medidas especiales para el adecuado ejercicio de sus derechos.[11] 

 Algunas de esas herramientas conceptuales son el enfoque o perspectiva de infancia, la autonomía progresiva y el interés superior de la niñez.

 

  1. Enfoque de infancia[12]

El objetivo principal de la perspectiva o enfoque de infancia es buscar extender a las NNA los derechos que habitualmente son reconocidos para las personas adultas en una lógica de inclusión progresiva que tome en cuenta sus circunstancias, pero también sus potencialidades. Es decir,  reconocer por un lado la situación de especial vulnerabilidad en que se encuentran y por otro,  la imperiosa adopción de medidas específicas de protección que necesitan, sin que esto signifique colocarlos solo como receptores o receptoras de cuidado, sino también como actores de sus propias circunstancias.

 

  1. Autonomía progresiva[13]

Si las NNA son sujetos de derechos, debemos superar la idea de que éstos los adquieren como por arte de magia al alcanzar un número para transitar hacia una posición en donde sean la temprana compresión de sus derechos y su ejercicio paulatino, lo que les permita alcanzar un desarrollo pleno. En este sentido, la autonomía progresiva implica por un lado, reconocer a las NNA el desarrollo continuo de habilidades y capacidades en el ejercicio autónomo de sus derechos como sujetos sociales con participación activa y por otro, hacerlo de acuerdo con su edad, madurez y circunstancias individuales.

 

  1. Interés superior de la niñez (ISN) [14]

El ISN implica precisamente que el desarrollo integral de las NNA y el ejercicio pleno de sus derechos sean considerados como criterios rectores para la elaboración de normas y políticas, así como en la aplicación de éstas en todos los órdenes relativos a sus vidas.

 Así pues, de la mano de estos principios y categorías, desde la academia se ha pugnado por lograr un concepto de ciudadanía y participación más abierta para las NNA, que siendo amplia e incluyente reconozca las diferentes formas en que pueden expresarse y contribuir a su desarrollo de manera progresiva[15]. Una ciudadanía que no sea solo legal, sino sustantiva, que no se dé en automático por alcanzar un determinado número de años, sino porque esos años han significado de hecho una evolución ciudadana en conjunto con la comunidad y sus formas de organizarse.

 Una ciudadanía que tenga por objetivo la incorporación progresiva y continua de las NNA en las decisiones públicas con plena participación política, en donde la sociedad resignifique su presencia como parte de la comunidad que conforman, los partidos políticos tomen en consideración sus necesidades, propuestas y perspectivas, así como las autoridades, protejan su desarrollo pero no desde una mirada que les minimiza.[16]

 En este último caso, la protección y participación son dos condiciones intrínsecamente relacionadas. El desarrollo de estándares de protección que las autoridades emitan no deben de tener como consecuencia impedir o reducir el ejercicio de derechos o su presencia, sino por el contrario, fomentarla buscando las maneras de hacer compatible su condición de vulnerabilidad con el goce y garantía de sus derechos.

 Aislar políticamente a los NNA no empodera su proceso de incorporación a la ciudadanía. Sea excluyéndoles, protegiéndoles o haciendo uso de su capital emotivo (como de hecho lo hacen hoy los partidos políticos), las NNA quedan en el mismo lugar: como objetos. Por el contrario, la ciudadanía debe construirse no solo como una explicación cívica, sino desde la experiencia misma de la participación de los procesos electorales y sus consecuencias.[17]

 Recordemos que lo que hay detrás de una visión adultocéntrica, es un ejercicio de poder.[18] El adultocentrismo es una forma de consagrar privilegios para las personas adultas sobre las NNA basado en la diferencia de edad y superioridad de la condición adulta[19].  Es una forma de mantener control y con ello, imponer nuestros intereses y nuestros sueños, sobre los suyos.

 En este camino, que es difícil, porque la propia vivencia de ser adulta y adulto está en crisis, vale la pena voltear a mirar que ya hay voces que nos están recordando que no hay edad para impactar en el mundo.[20]

 Tal vez nos toca voltear el espejo, cambiar la perspectiva para flexibilizar por un lado nuestras normas y por otro, re-pensar el modelo de adultez que tenemos. Somos nosotros y nosotras quienes tenemos mucho por aprender cuando se trata de NNA. Con seguridad, es nuestro rol el que debe replantearse. Ni la niñez, ni la adolescencia son etapas preparatorias para ser adulto o adulta; sino fases de la vida y formas de ser personas plenas, merecedoras de respeto, de escucha y de impacto e intervención progresiva.

 

 

[1] Licenciada en derecho con mención honorífica por la UNAM, Consultora Electoral en Rc-Consultoría e integrante de Equilibra, Centro para la Justicia Constitucional.  

[2] Dina Krauskopf, Dimensiones críticas en la participación social de las juventudes, Red de Bibliotecas Virtuales de Ciencias Sociales de Amética Latina y el Caribe de la Red CLACSO, pág. 124. Disponible en: http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/cyg/juventud/krauskopf.pdf

[3] Teresa González Luna Corvera, Elecciones sin discriminación: proceso electoral federal 2017-2018. Participar y opinar. Derechos de las niñas, niños y adolescentes, Instituto Nacional Electora, 2018, pág. 13.  En ese mundo, las mujeres fuimos subordinadas por razón de género, las personas con discapacidad por condiciones mentales o físicas, y las NNA por razones de edad, etc.

[4] Cfr. Nicolás Massai, Adultocentrismo: la eterna dictadura que pesa sobre los niños, artículo publicado en el diario Uchile, 2017. Disponible en: https://radio.uchile.cl/2017/11/03/adultocentrismo-la-eterna-dictadura-que-pesa-sobre-los-ninos/

[5] Cfr. UNICEF, Superando el adultocentrismo, cuadernillo del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, Santiago de Chile, Noviembre, 2013.  

[6] INEGI, Encuesta Intercensal 2015. De acuerdo con estos datos, en México hay 39.2 millones de NNA de 0 a 17 años, lo que representa el 32.8% de la población total.

[7] Ibídem, UNICEF, Superando el adultocentrismo, op. cit, pág. 25. 

[8] UNICEF, Informe Anual 2018.

[9] México ocupa el primer lugar en difusión de pornografía infantil, según la clasificación que ha realizado la Organización de las Naciones Unidas (ONU), así como el Departamento de Seguridad de Estados Unidos.

[10] Ver Cepal, Informe de avance sobre el progreso y los desafíos regionales de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, 2019.

[11] La Convención sobre los Derechos del Niño de 1989 fue el hito de este proceso, pues rompió el paradigma tradicional de la niñez al reconocerles sujetos plenos de derechos.

[12] Luiz González Placencia y Ricardo Ortega Soriano, El impacto diferenciado en las afectaciones a los derechos humanos de niñas y niños: una categoría de análisis desde una perspectiva de infancia, Anuario de Derechos Humanos, 2013, pág. 103-105.

[13] Ídem.

[14] Ver Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), Hacia la garantía efectiva de los derechos de niñas, niños y adolescentes, 2017, p. 172.

[15] Cfr. Mariana Vincenzino, Sobre el derecho de niños y adolescentes. Subjetividad reguladora versus ciudadanía emancipadora, Revista de trabajo social y ciencias sociales, Nª 87, diciembre 2017; Julia Ramiro Vázquez y Francisco Gómez Gómez, Derechos de los niños y ciudadanía en el sistema de protección, Valencia, 2015.

[16] Con frecuencia, cuando se piensa en “proteger a los NNA”, las autoridades ocupan automáticamente una posición sistemáticamente privilegiada, desde donde deciden qué es lo mejor o no para este grupo y, al hacerlo pueden potenciar derechos o restringirlos. 

[17] Sin duda, en este camino el Instituto Nacional Electoral tiene ejercicios importantes al respecto, como la Consulta Infantil y Juvenil y la reciente prueba piloto del Consejo de participación de NNA; sin embargo, ambos ejercicios pueden fortalecerse para que este grupo no sea solo escuchado, sino de hecho, tomado en cuenta en condiciones de igualdad, rendición de cuentas; etc.

[18] Así como la perspectiva de género develó al sexismo como una forma de control de los hombres sobre las mujeres; la perspectiva de infancia devela al adultocentrismo como un ejercicio de opresión en contra de las NNA.  

[19] Ibídem, UNICEF, Superando el adultocentrismo, op. cit., pág. 15. 

[20] Ahí tenemos a una Licypriya Kangujam, 7 años (India); Malala Yousafzai, 11 años (Pakistán); Greta Thunberg, 11 años (Suecia); Laura Zúñiga Cáceres (Honduras); Ridhima Pandey, 11 años (India); Timoci Naulusala, 12 años (Islas Fiji); Jack Andraka, 15 años (Estados Unidos); Ayakha Melithafa, 16 años (Brasil); Emma González 17 años (Florida); Amika George, 17 años (Inglaterra). Todas las edades hacen referencia al momento icónico de su activismo, por lo que pueden no corresponder con la edad actual de 2020.

 




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